Desayunamos en una terraza de la plaza grande de la iglesia. Un desayuno muy abundante: zumo de naranja, crepes, cafés…contundente para enfrentarnos a las 999 escaleras que nos llevarían a lo alto de la fortificación de la ciudad. Nos costó mucho trabajo subir, pero mereció la pena, por las vistas preciosas y el edificio medieval tan bien conservado.
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